Durante siglos, detectar el engaño en la grafía, ha sido una meta,de la humanidad en general y de los forenses en particular, que se presenta como un desafío a los investigadores y profesionales
Un artículo de María del Carmen Calderón Berrocal
Hay quienes definen el engaño, la mentira o la falsedad documental como”un intento deliberado de engañar alos demás”, entre ellos De Paulo, Cooper, Charlton Lindsay, Malone, Muhlenbruck.
La detección del engaño es difícil incluso para quienes están en continuo contacto con estos delitos como pueden ser los policías, inspectores de aduanas o jueces; los jueces se auxilian de los peritos forenses calígrafos, peritos calígrafos, archiveros, que emiten su dictamen para que después el juez pueda dictar sentencia.
Existen algunos métodospara ladetección dementiras, algo que se interpreta a simple vista pero también deja su huella en la grafía. Pueden hacerse estudios en base a los cambiosy respuestasfisiológicas, como la presión arterial ola frecuencia cardíaca, la sudoración del individuo, especialmente locuaz en las palmas de las manos; y también la temperatura corporal, base de la prueba del polígrafoode la proyección de imagen térmica.
No existe un método perfecto para detectar un engaño, ni a simple vista ni bajo estudios minuciosos; incluso el polígrafo puede no ser fiable en determinados casos. Lo mismo pasa con la escritura, solo que desde principio a fin constituye prueba gráfica, permanente, que hace perdurables en el tiempo las reacciones de su autor.
Los instrumentos y técnicas para la detección del engaño, tanto en la presencia que ofrecen los individuos como en su grafía, se han diseñado y se ponen en práctica a posteriori, partiendo de la base de los mecanismos que producen y que se desencadenan a la vez cuando se produce un engaño. Se experimentan dos reacciones según De Paulo: la emoción y el contenido dela complejidad; es decir, miedo y turbación ante la posibilidad de ser descubierto, y precisamente este temor es el que va a desenmascarar al falsificador y al mentidor. Mentir supone poner en marcha una tarea cognitiva ciertamente compleja.
Fisher, Leal, Mann o Vrij, estudiaron las razones del aumento de la carga cognitiva mientras se producía un engaño y descubrieron que los mentirosos estaban más preocupados por hacerse creíbles que por vigilar su comportamiento, por controlar sus reacciones. El magisterio de Sharon Stone en Instinto Básico no deja de ser fílmico y no la realidad usual.
Descubrieron también que el mentiroso, con frecuencia, asume un mimetismo con respecto al entrevistador, recibe su influencia, siguen las reacciones del entrevistador cuidadosamente con la finalidad de saber si están venciendo en este que para ellos, sin duda es un combate; en un cuerpo de escritura a judicial presencia, el perito calígrafo, el juez y el oficial de justicia allí presentes condicionarán al individuo por más control que éste pueda presumir de sí mismo.
Un mensaje engañoso requiere más elaboración, más trabajo, que decir la verdad simple y llanamente, el esfuerzo al mentir es mayor y eso tiene su paralelismo en la grafía, requiere según Sporer y Schwandt, 2006; Sporer y Zander, 2001; Vrij, 2008; Zuckerman y otros, mayores demandas de capacidad de procesamiento.
Mentir requiere mayor complejidad cognitiva, por tanto también mayor carga cognitiva, mayor necesidad de uso de la memoria de trabajo como dice Baddeley, 2000; y de la memoria autobiográfica como llama Brewer, 1996.
La presión, la carga cognitiva, se deja ver en forma de dudas, pausas, errores al hablar versus escribir; se habla o se escribe más lento, porque se está pensando, no es acto reflejo sino elaborado, y en la escritura se está imitando o intentando imitar o disimular una grafía.
La mentira supone actuar doblemente, por un lado se está suprimiento la verdad, por otro se está intentando sustituirla por otra cosa y todo esto supone un esfuerzo doble que se deja ver de múltiples formas, esfuerzo que no existe en la persona que está diciendo la verdad. La verdad requiere, digámoslo así, un rendimiento simple, mientras que la mentira requiere un rendimiento doble y recursos adicionales.
La escritura es una actividad compleja que comprende una mezcla de habilidades cognitivas, perceptivas kinestésica, motoras. La mentira por escrito, sufre de una pérdida de recursos que influye en su rendimiento, tal y como en la comunicación cara a cara, ambas requieren habilidades sobre-aprendidas.
El efecto es parecido al esfuerzo que hace un niño que aprende a escribir o un adulto sin agilidad gráfica, casi analfabeto, para poner su pensamiento sobre el papel. Es un esfuerzo considerable, que desaparece cuando existe agilidad gráfica, la suficiente seguridad como para que la grafía se haya convertido en un automatismo.
Cuando se miente escribiendo es como si se careciese de agilidad gráfica; y, podemos, por ejemplo, advertir la mentira en la disminución de la velocidad, en la ejecución de mayor módulo en los grafemas, menos fluidos, sin embargo, siendo presas de una mayor agitación o aceleración que habla de inseguridad inherente al acto escriturario. Se dan movimientos separados predominantes frente a lo que sería normal en un patrón secuencial representativo de la veracidad en la escritura.
También comparte características con la escritura propia de la senilidad, asociada a descenso en el rendimiento personal, velocidad escrituraria más baja, módulos mayores y menor presión.
La escritura, en una persona adulta con madurez gráfica se ha convertido en un automatismo, todo lo que se desvíe del discurso del mismo nos habla sospechosamente y nos refiere mentiras o patologías físicas o mentales.
[social-bio]