Un artículo de María del Carmen Calderón Berrocal
Los elementos estructurales y los ritmos tienen una importancia capital en la transformación y en diversidad de escrituras tanto de las antiguas, de las medievales y modernas, como en las contemporáneas
Los monumentos más antiguos en caracteres latinos, ya sean grabados lapidarios o escritos en soportes duros y semiduros ofrece una mayor rigidez frente a la escritura de los códices y documentos en pergamino o papel más antiguos, ya sea en caracteres mayúsculos o minúsculos; que, aunque estática, ya se presenta mucho más ágil en su movimiento y expresividad, se hace más pequeña y cursiva comparada con la epigrafía precedente.
Los elementos que constituyen el grafismo en cada tipo paleográfico son elementos esenciales, magistrales o constitutivos, a los que se suman los accidentales. Los trazos podrán ser rectos, curvos, cóncavos, convexos y mixtos; y los rasgos serán iniciales, de enlace y finales.
Los trazos son básicos en la grafía, elementos esenciales o constitutivos de los grafemas, la letra tiene la identidad que tiene y se define como “a” o como “b” porque tiene unos trazos determinados que la identifican. Pero cuando se trata de analizar una grafía, cobran gran importancia el modo en que aparecen, su disposición, su acoplamiento, cobran importancia los elementos estructurales que hablan de la distribución en y del espacio, del módulo, de la diferencias en dimensiones, longitudes, formato, el ligado o el grado de unión que presenta la grafía, la presión que el autor ejerce sobre el útil y sobre el soporte; la velocidad con la que escribe; la regularidad o irregularidad que presenta el cuerpo de escritura y la proporcionalidad de la grafía.
Con todo lo cual lo constitutivo adquiere gran importancia sobre lo meramente estructural porque está representando la vida en la escritura. La escritura se personaliza y la grafía cambia dependiendo de su autor y de su constitución psicosomática que se expresa por medio de caracteres básicos que son los que definen la grafía de modo estructural; así una “a” puede parecer una letra distinta de la mano de otra persona, es como una obra de teatro que es interpretada por distintas compañías dándole cada cual su toque personalista, tal y como si se tratara de una misma trama pero expresada de forma diferente según el director de la obra, que ciertamente hace parecer una misma historia como diferente; así Jesucristo Superestar, La Última Tentación de Cristo, Jesús de Nazaret serían distintas versiones de una misma historia.
Si nos fijamos en la escritura clásica del periodo romano que se universalizó en geografía y tiempo, traspasando incluso los límites cronológicos que se marcan como caída del Imperio allá por el siglo V, e influyendo posteriormente en todas las provincias que estuvieron vinculadas a Roma que siguió presente con su lengua, con sus instituciones, con su derecho. Pues bien, la escritura romana, adoptaría, en función de su módulo y de su cursividad la forma mayúscula, la forma minúscula y la cursiva. Pero además, cada una de estas formas se dividiría en distintos subtipos, alcanzado un suficiente estadio de desarrollo y de tipificación que deriva en tipologías. Por ejemplo, la letra capital, es capital, pero a la vez puede aparecer como rústica y como cuadrada o elegante; uncial, semiuncial; y cursiva. Todo va a depender de la técnica y la naturaleza del autor que permiten en el acto escriturario, tanto trazos mayúsculos como minúsculos; condiciona el ritmo y la velocidad, con lo cual se irá perdiendo en “perfección” y la grafía gana en formas desiguales tanto en anchura como en altura; la rapidez infunde cursividad y aparición de nexos y ligaduras que van determinando en el cuerpo de escritura el carácter personalista que va a identificar a los distintos autores mucho más claramente que si hubieran estado sujetos a la rigidez de antaño.
Influye también el instrumento, pues no es igual escribir con cincel, con cálamo o estilo que con una pluma, estilográfica o bolígrafo, rotulador, tiza, etc. De este modo si en el clasicismo encontrábamos rigidez en el canon, idealización, técnica lapidaria escrituraria que hacía casi anónimo al escritor; con el paso del tiempo se gana en personalismo gráfico.
El análisis de la grafía implica atención a la forma y a las dimensiones de las letras, atención al ductus y el modo en que discurre el rasgueo, ya sea de forma rápida o lenta, descuidada o esmerada; se tendrá en cuenta los tiempos de ejecución en que se forma una determinada grafía o una firma o rúbrica; cómo se hizo cada signo y en el orden en que han sido efectuados los trazos.