Carlos Henrique Fernández hace un análisis de los sistemas constructivos de fachadas y su evolución a lo largo del tiempo

Conforme la automoción evoluciona, gracias a la aparición de nuevos sistemas de comprobación del comportamiento de los automóviles en distintos parámetros metereológicos, las formas aerodinámicas y resistentes a aquéllos van apoderándose del diseño. Si comparamos la envolvente de un vehículo de mediados del siglo pasado con la del último modelo del siglo XXI, veremos que ha evolucionado formalmente y que, además, cada vez se parecen más los tipos con independencia de la marca o modelo del coche.

Hay dos razones fundamentales para que los tipos evolucionen como lo hacen:

a) Las tendencias, es decir, las formas asociadas al gusto de las personas y comportamientos humanos; y,

b) La eficiencia, basada formalmente en avanzar contra las inclemencias atmosféricas y contra el viento generado por la velocidad, todo ello con el menor consumo y mayor estanqueidad.

En los edificios podemos estar ante algo similar, con la diferencia de su estaticidad. No se trata de avanzar contra el viento, sino de resistir el embate del viento, de la lluvia, de los agentes climatológicos.

Lo que en principio no parece que tenga una analogía entre un edificio y un vehículo, sí tiene mucha relación, y es que el término aerodinámica es una ciencia que estudia las acciones que aparecen sobre los sólidos cuando existe un movimiento relativo entre ellos y el gas fluido, es decir el viento, pero también se asocia a la forma adecuada para disminuir la resistencia del aire. Y no solo es materia de elementos móviles sino de elementos fijos sometidos a fluidos móviles. Es el caso de las fachadas de los edificios, que han de estar diseñadas y construidas para resistir el embate de los agentes atmosféricos, distintos en cada lugar del Planeta.

Galicia es un país popularmente conocida, entre otras cosas, por su aguerrido clima, es un país donde la lluvia es una constante y que generalmente viene asociada y acompañada de viento. La arquitectura tradicional, pensada a través de siglos por nuestros antepasados, mejorada empíricamente, basada en la cuidadosa observación de los distintos tipos, es sabia y casi siempre nos muestra cualidades que no somos capaces de observar hoy en día.

La arquitectura tradicional gallega, tanto la rural como la urbana, tanto la palaciega como la popular, tiene unas características best online casino morfológicas comunes en lo relativo a su envolvente exterior, y es que ha sido ensayada en siglos para resistir las difíciles condiciones climatológicas de este país. Podemos diferenciar varias fábricas diferentes, según la economía de sus propietarios, generalmente la sillería para los pazos e iglesias, por contraste con la mampostería para la arquitectura modesta, eso sí, en ambos con grandes espesores de pared exterior.

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Imagen Carlos Henrique Fernández

Pero lo que sí es común en todas ellas es que las ventanas eran todas de madera y están colocadas a ras de la pared exterior, formando una única película o piel por la que discurre el viento y el agua sin detenerse. Ante lo contrario de lo que podría pensarse, la ventana colocada al mismo nivel que la piel de la piedra es un elemento imperceptible para los agentes atmosféricos, la madera además, hace que el edificio transpire puntualmente, conjuntamente con el material de cobertura.

Con los años sesenta del siglo XX, el desarrollismo y la emigración, Galicia fue importando modos de construir que son ajenos a ella, y por tanto, a su climatología: apareció el cemento, apareció el aluminio (que no transpira) en las ventanas, y éstas se comenzaron a colocar a haces interiores, dejando exteriormente la persiana de plástico. Ya en los años ochenta, y a modo de demostrar el poderío de las familias, se impuso la piedra en las fachadas como decoración -innecesaria- y símbolo de ostentación, además piedra semiporosa.

El sistema constructivo resultante de esta combinación, ignorante de la experiencia de nuestros antepasados, prepotente en la creencia de que los nuevos materiales y las nuevas técnicas son mejores que las tradicionales, es un sistema equivocado, y fuente de la mayor parte de las patologías de fachada que observamos en los nuevos edificios.

No hemos aprendido de los ingenieros de automoción, basadas en la misma filosofía y criterio técnico que la arquitectura tradicional de Galicia: formas aerodinámicas puras que esquiven el viento y la lluvia y que dejan que fluyan ambos componentes. Muy al contrario, las fachadas de los nuevos edificios gallegos son rompecabezas en los que cuando el viento y la lluvia embaten, llenan los recovecos que forman las ventanas al disponerse al interior del hueco, facilitando la erosión de los materiales y, a la postre, la filtración de agua al interior de las viviendas.

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Imagen Carlos Henrique Fernández

Muy al contrario del criterio aeronáutico o de la automoción, el viento y el agua se quedan, producen fuerza contra los materiales de construcción y acaban en lesiones a la edificación. La piedra en fachadas, colocada de modo decorativo, facilita dicha acción. Cuando los antepasados construían con piedra, se cercenaban mucho de que el agua no atravesara al interior, y lo conseguían generalmente con sentido común, con espesor y en el caso de las mamposterías, las revestían de cal.

En los nuevos edificios estamos viendo que es al contrario: la piedra es puramente decorativa, ayuda a trasladar el agua al interior por capilaridad o por simple filtración por contacto entre exterior e interior, y en los casos de mampostería se ha puesto de moda dejarla a la vista y rejuntarla, es decir, rellenar las juntas de mortero, lo que también invita al agua exterior a quedarse en casa.

Resulta importante concienciar a la ciudadanía y a los constructores sobre el concepto de piel del edificio, de que las ventanas (que deberían ser siendo de madera por la salud de sus habitantes) deben colocarse a haces exteriores, y que la piedra decorativa debe evitarse: sólo es un cúmulo de problemas para el futuro inmediato.

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Por Carlos Henrique Fernández

Carlos Henrique Fernández Coto es Arquitecto afincado en Galicia, experto en urbanismo y rehabilitación. Ha sido secretario técnico del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia y Arquitecto Municipal, compaginándolo con el ejercicio libre de la profesión y como Arquitecto Forense, participando en muchos juicios emitiendo dictámenes. Actualmente regenta una Oficina de Rehabilitación.

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