Se entiende por “Conservación Preventiva” la estrategia de conservación del patrimonio cultural que propone un método de trabajo sistemático para identificar, evaluar, detectar y controlar los riesgos de deterioro de los objetos, colecciones y, por extensión, cualquier bien cultural, con el fin de minimizar dichos riesgos, actuando sobre el origen de los problemas, que generalmente se encuentran en factores externos a los propios bienes culturales.
La conservación preventiva en bienes muebles e inmuebles
Es necesario señalar las diferencias a la hora de referirnos a la conservación preventiva sobre los bienes muebles, habitualmente conservados en instituciones como museos, archivos y bibliotecas, y la conservación preventiva referida a los bienes inmuebles, ya sean edificaciones, abrigos naturales con arte rupestre, yacimientos arqueológicos y paleontológicos, etc.
a) Bienes muebles: El campo de actuación de la conservación preventiva implica tanto las condiciones ambientales (temperatura, humedad relativa y contaminación), intensidad y calidad lumínica, control orgánico de plagas, como las de exposición, almacenaje, mantenimiento (limpieza, revisiones periódicas) o manipulación de las piezas.
b) Bienes inmuebles: Su conservación suele estar regulada por medio de los planes especiales, planes de gestión, planes de ordenamiento urbano, Planes de Especiales de Protección de los centros históricos. Se trata de una planificación previa de carácter preventivo. Igualmente, la solicitud de informes a los departamentos de Cultura y Patrimonio en las evaluaciones y estudio de impacto ambiental puede ser considerada una medida preventiva.
Las amenazas más comunes a los que estos bienes se enfrentan son las siguientes: presión urbanística, presión desarrollo e infraestructuras, cambio climático, desastres naturales (terremotos, inundaciones, huracanes, incendios), presión turística, presión demográfica, seguridad de los edificios.