Siempre en la grafocrítica se trata de cotejar grafías, grafismos, dígitos, cuerpos de escritura, firmas o rúbricas para determinar la autenticidad de los mismos en base a la resolución de presupuestos que se plantean de índole forense, historico o cultural.
Un artículos de María del Carmen Calderón Berrocal
El archivero que actúa como perito calígrafo deberá en el plano histórico o cultural apoyarse en las tradicionalmente consideradas como ciencia auxiliares de la archivística y de la historia tales como la diplomática y la Paleografía. Esta última se considera el estudio de la grafía hasta el siglo XVII, momento partir del cual se consideraría Neo grafía.
Sabemos que el autenticidad de un documento no depende sólo de la grafía, de su autenticidad o falsedad, sino que la diplomática del documento tiene mucho que decir al respecto, pues pudiera darse el caso que siendo auténtica la escritura no lo fuera la diplomática del documento, detectándose en el mismo fallos o dolo, es decir usos delictivos, que pretenderían presentar como verdadero los falsos realmente. Podemos detectarlo en el protocolo de los distintos tipos documentales, en la clase de sello utilizado, en su aposición, así, en el contenido mismo del documento. Un documento puede tener una diplomática perfecta pero, sin embargo, ser falso en su contenido.
Estas son historias de ayer, de hoy y de siempre, pues cuanto documento habrá que los mismos tribunales en los que se dé por cierto un hecho que no lo es con testigos que lo avalen y todo. Por eso la pericia caligráfica al igual que la investigación histórica debe ser absolutamente objetiva.
Hay que huir o ponerse firmé en los casos en los que los abogados de las partes intentan contactar con el perito intentando influir en su dictamen o simplemente imponérselo.
Cuanto menos sepa un perito calígrafo del asunto o proceso que se trata en los tribunales, tanto mejor, pues sólo verá lo que dice la grafía, abstrayéndose por completo del problema en cuestión con lo que objetivará y afirmara su dictamen en la realidad objetiva, como única forma de servir a la verdad. No en vano el perito calígrafo promete o jura, o promete y jura que su dictamen será fiel y verdadero conforme a su leal saber y entender.
En temas de arte o de historia con frecuencia el asunto es determinar la autenticidad de una grafía, conocimiento que tiene más valor a un por cuanto su autor posiblemente lleva años o siglos en la otra vida. El perito calígrafo aquí es fundamental para la determinación de la propiedad intelectual de notas, apuntes, obras manuscritas, firmas o simples rúbricas de las que no haya más datos que las acompañen o fundamenten. Incluso puede conocerse si la autoría de una determinada obra fue una idea original o copiada o plagiada de un autor distinto, pudiendo ser este conocido o desconocido.
En ocasiones el perito calígrafo se ve en un caso determinado entre intereses que se mueven en sentido histórico e intereses que pueden ser meramente económicos, por tanto ser inflexible y objetivo es, precisamente, la garantía de que se hace un buen servicio y realmente se está sirviendo a la verdad y no a ningún otro “amo”. La integridad moral y la ética profesional deben estar siempre presentes a la hora de emitir dictamen.
En cuanto a la veracidad de cartas y diarios, de los que supuestamente habla el propio protagonista de los hechos, adquirirían valor de datos biográficos, pero sí lo que tenemos ante nosotros es una falsificación, esos datos no harán más que y distorsionar la historia y la imagen del personaje en cuestión. La determinación de la veracidad de una carta es una condición fundamental para que los estudios históricos sobre un personaje en cuestión o sobre un asunto determinado puedan basarse sobre la misma y no sobre un infundio. Historiador, archivero, diplomatista, paleógrafo y/o perito, todo en uno, un profesional que aún es en sí todas estas disciplinas es quien tiene calidad suficiente para entregarse al estudio y posterior dictamen en peritación caligráfica.
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